viernes, 22 de abril de 2016

1977, ¿se puede deshacer el género?

El corto 1977 de Peque Varela es un buen ejemplo de cómo se implantan los papeles sociales de género heteronormativos  desde la infancia y cómo se puede (o no) salir de ellos. Para ello parte de dos elementos, para mi primordiales: lo abstracto o menos señalado (quizás figurativo) para lo no marcado, para el cambio, para el nudo; y lo simbólico para el papel social impuesto. Empiezo por éste último. Lo simbólico son los elementos más definidos, más realistas. Utilizo ‘simbólico’ porque son elementos cargados de tópicos, de símbolos culturalmente reconocibles por todos los espectadores y que han sido (y siguen siendo) ejercidos sobre nosotros. Lo simbólico no ejerce un peso fuerte sobre el personaje principal hasta la llegada, plenamente cargada de simbología, del vestido rosa. El personaje, que hasta ese momento no se sabía, es marcado de forma genérica y sexual como ‘niña’ y se le empiezan a implantar actos, roles y diferenciaciones de género. Desde la separación por sexos (se ven a unos chicos jugando en la plaza y unas chicas en la puerta del colegio; aquello de “los niños con los niños y las niñas con las niñas”) hasta la imposición de reglas de escritura y la escuela oficial, reglada. Cuando las aspiraciones del personaje (imaginación, posibilidad, ruptura) intentan fluir, se cortan desde el entorno. Por ejemplo, el momento que se ensartan a los niños con un palo para que jueguen al fútbol quedando inmóviles y el personaje queda fuera y a su vez queda fuera del grupo de niñas (con vestidos de cartón, impuestos, sin reflexión) al ser llamada “marimacho”. La sociedad ejerce sobre el personaje esa presión para que acate los roles y se limite a ellos. Tanto es así, que la influencia llega al propio personaje que autocensura sus gustos para no ser criticado con la elección de la bicicleta rosa (esa h, muda, le golpea desde su aprendizaje). El personaje es obligado a definirse públicamente con sus actos y se le es impedido vivir en la ambigüedad (también simbólica porque deriva de construcciones culturales apoyadas en roles de género): viste “como un chico” y lleva bicicleta “de niña”, es una marimacho para los roles femeninos, un maricón para los roles masculinos. De igual manera es obligado a reflexionar lo que supone su futuro laboral dependiendo del rol que escoja: si es niña, cuidado familiar y doméstico, trabajos sociales; si es ‘niño’ trabajos más arriesgados y prestigiosos, como médico, astronauta.  Luego el personaje sufre una transformación biológica (la menstruación) y de nuevo es catalogado y marcado con (ya es una) ‘mujer’. Con todo el peso que tiene esa asignación de sexo, es palabra, comienza un baile de emparejamientos heterosexistas a través de un panel del juego ¿Quién es quién? que también rompe al elegir una pareja de su mismo sexo. Hasta aquí las imágenes nos han ido señalando cómo esta todo marcado para cumplir con los roles sociales heteronormativos a través de fuertes símbolos como los colores azul/ rosa, las ropas, el pelo, los juegos y como todos forman parte de la aplicación de ellos, esto es, la familia, la escuela, el pueblo, el entorno, los compañeros.
Sin embargo, nos encontramos un elemento que transcurre a lo largo de todo el proceso simbólico de asignación. Este elemento lo encuadramos en lo abstracto, lo poco definido, también lo indecible e inmanejable. El nudo interior del personaje. El nudo de resistencia al rol.  Nudo que crece y a la vez se limita con los roles sociales y que el personaje, tras pasar una situación enfrentamiento/ encerramiento con/por él, deshace al asumirlo y plantarse fuera de la heteronormatividad. Se aleja de ella y es cuando sonríe. Está fuera, también en el sentido de Diana Fuss (to be out). El nudo que  angustia al personaje desde la limitación del género se desenreda cuando establece su conciencia de lo que en ese momento es (o gusta ser) y elimina etiquetas impuestas que no es (no le dejaban ser). El corto termina aquí con esa ruptura desde la resistencia y la asumpción de lo que uno es sin etiquetas. Se establece desde el afuera y alejándose.
El análisis de rol es incuestionable. Pero del corto me preocupa una cuestión que creo que se debe reflexionar. La destrucción del nudo en resistencia. En el corto se entiende que es un nudo que representa el malestar del personaje y es cuando el nudo lo controla, lo saca, lo extiende y lo tira cuando el personaje toma de sí conciencia y se aleja. Lo abstracto sin etiquetas sale. Este alejarse hacia el posible afuera, el acercarse a la visibilización de su género-sexualidad, a la normativización de su situación, puede que esté destinado a no hacer más que construir nuevos roles sociales para determinadas sexualidades (también géneros) críticas. Si sólo nos conformamos con eliminar nuestro malestar a través de la destrucción de la consciencia propia de la heteronormatividad o, por otro lado, normativizamos el ‘afuera’ , ¿no estaremos manteniendo las fronteras? ¿No estaremos alimentando los roles, las etiquetas? ¿No estamos creando nuevos roles de género? ¿Qué hacemos con las personas que, en ese continum genérico, se (nos) encuentran en el medio y que no se (nos) definen? Si deshacemos esos “nudos” de consciencia del género impuesto, ¿podremos alejarnos de los roles? ¿Podremos destruirlos? ¿Cómo sin atacarlos día tras día puedes eliminar esa carga de portar unas etiquetas derivadas de tu cuerpo, tus acciones, tu sexualidad, tu forma de pensar la comunidad, tu ideología? ¿Es posible eliminar etiquetas sin crear unas nuevas? ¿Es fácil (o posible) deshacerse del género, deshacer el género?

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